El culto al cuerpo no es incompatible con el cultivo de la inteligencia. Enterremos de una vez por todas el hacha de guerra entre el estereotipo del cachas de gimnasio y el ratoncito de biblioteca. De hecho, las últimas investigaciones en neurobiología apuntan a que el trabajo físico tiene enormes ventajas en la actividad cerebral.
El cerebro y el ejercicio
En la revista Cell Stem Cell se ha publicado una investigación de gran calado. Fred H. Gage, director de la misma, mantiene que la actividad física estimula el desarrollo de nuevas neuronas (regenerando nuestro tejido neuronal) y contribuye a reactivar las llamadas "neuronas dormidas" localizadas en la región del hipocampo. Por lo tanto, la práctica regular de ejercicio favorece el remodelado del cerebro, dándole impulso a su rejuvenecimiento. Algunos investigadores van más allá, hablando de efectos positivos en la curación o estabilización de enfermedades como el alzheimer, el parkinson o las esclerosis múltiple.
¿Qué ejercicio hay que practicar?
Según Arthur Kramer, director del Instituto Beckman de la Universidad de Illinois (EEUU), la capacidad de modelaje del cerebro puede verse beneficiada por la práctica de ejercicio aeróbico. Éste actuaría como neuroprotector y repercutiría en la mejora de la memoria, por ejemplo. Al hacer carrera continua o al caminar rápido, estamos bombeando una mayor cantidad de oxígeno al cerebro. Allí se forman nuevos capilares sanguíneos, aumentan los niveles de serotonina, de crecimiento neuronal y de la proteína BDNF (encargada del desarrollo neuronal). Por eso, los expertos recomiendan la práctica de actividad física aeróbica, constante y regular.
Para los perezosos siempre quedará la opción de estimular el crecimiento neuronal mediante una tarea mucho menos agotadora: la lectura y la curiosidad por aprender cosas nuevas.
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