Está
claro que cada vez nos preocupamos más por mantenernos en forma. Somos
conscientes de que el ejercicio físico es un punto esencial a la hora de
blindarnos frente a las complicaciones de salud, así que no dudamos en
apuntarnos a cualquier actividad que nos permita alejar la sombra del
sedentarismo. Si hasta hace unos años eran deportes de equipo como el fútbol, el
baloncesto o el voleibol los que triunfaban, parece que llegan vientos de
renovación. La práctica física tradicional se está viendo desbancada por otras
fórmulas que nos atraen no solo por el rendimiento que de ellas puede obtenerse,
sino por su carácter exótico. Al plantearlos la posibilidad de realizar una
actividad deportiva en nuestro tiempo libre ya no solo pensamos en términos de
rentabilidad -definición de la
musculatura, aumento de la resistencia, mayor capacidad pulmonar, etc.-, sino
que intentamos ir un poco más allá. Buscamos, en definitiva un reto que nos
motive. Cansados de la rutina, necesitamos un aliciente extra que nos empuje a
trabajar para mantenernos en forma. Y ese reclamo es lo que sin duda nos ofrece
el deporte de riesgo. Ejercitarse al límite es el desafío ahora. El wingfly, la última moda. ¿Sabes en qué
consiste?
El mito del hombre-pájaro
Dicen
los antropólogos e historiadores que el ser humano ha acariciado la idea de
volar desde la noche de los tiempos. Una buena muestra son, por ejemplo, los
bocetos de Leonardo da Vinci y sus múltiples prototipos. Cinco siglos más
tarde, no solo hemos sido capaces de materializar sus ambiciones, sino que
hemos podido trascender incluso los límites de la atmósfera terrestre. Pero los
aviones, helicópteros, avionetas y demás no han acabado de saciar del todo
nuestra curiosidad. Soñábamos con ser pájaros y lo hemos conseguido. Ahí está
la clave del wingfly. Este deporte de
riesgo está inspirado en el paracaidismo. Consiste fundamentalmente en ascender
a una determinada altura con la ayuda de un avión para lanzarse al vacío y
disfrutar de la sensación de la caída libre. La diferencia estriba en los
accesorios que se usan en el wingfly.
Para practicarlo hay que enfundarse en un traje especial que recuerda a las
alas de los murciélagos, desplegando una especie de membrana bajo los brazos y entre
las piernas que ha de hincharse al
iniciar la caída. Las velocidades en la caída pueden llegar a alcanzar los 200
km/hora.
Del wingfly
a otros deportes extremos
A pesar
de que la práctica del wingfly se ha perfeccionado mucho en los últimos años,
de la mano de planeadores ya míticos como Jari Kuosma y Robert Pecnik, no está
exenta de peligros. El traje aéreo (en su traducción al español) conlleva, al
igual que los paracaídas ordinarios, un porcentaje variable de error en su
funcionamiento. En ocasiones las alas no llegan a desplegarse, con resultados
fatales para los deportistas. A pesar de dicho riesgo, son cada vez más sus
adeptos. La combinación de adrenalina, libertad y desafío a las leyes de la
gravedad seduce a miles de personas en todo el mundo. Ya existen programas
especializados para la instrucción de esta práctica deportiva, dependientes normalmente
de las marcas fabricantes de los trajes en cuestión. Para los que prefieran
optar por otros planes de ejercicio extremo alternativos, siempre les quedarán
los grandes clásicos de esta categoría: el alpinismo, el rafting y el surf. ¿O
es que, en comparación con el wingfly
empiezan a parecernos aburridos?
Fuente de la imagen: redbull.com/es/es
Fuente de la imagen: redbull.com/es/es
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¡Gracias por tu comentario! Antes de ser publicado, lo someteremos a moderación