Normalmente, cuando hablamos de hormonas masculinas pensamos inmediatamente en la testosterona. A decir verdad, está presente en ambos sexos, aunque es en el hombre en quien se registra en mayor cantidad. En él, la testosterona se convierte en un elemento esencial. Es esta hormona la que rige desde el deseo sexual a otras funciones no estrictamente relacionadas con ese mismo ámbito. Durante la pubertad, sus niveles alcanzan un pico máximo, provocando los típicos cambios de voz, el desarrollo del pene y la aparición de otros rasgos característicos del hombre como el vello corporal o la barba. Ese incremento es constante hasta los 30 años. A esa edad, las investigaciones demuestran que las cantidades de esta hormona tienden a disminuir de forma gradual. ¿De qué forma puede ello repercutir en la vida del hombre? Descubramos las consecuencias de los bajos niveles de testosterona.
Cuando la testosterona desciende…
pueden aparecer síntomas como cansancio, fatiga excesiva, bajada de peso o incluso depresión. Normalmente, los niveles de testosterona se sitúan en los 300ng por dl, no debiendo sobrepasar los 1200ng/dl. Algunas patologías pueden conllevar una disminución anormal de la producción de esta hormona. También pueden desencadenar daño testicular (en forma generalmente de cáncer de testículo), alteraciones hormonales diversas, dolencias hepáticas de carácter crónico, diabetes tipo 2 u obesidad.
La testosterona y la sexualidad masculina
A pesar de que los bajos niveles de testosterona suelen desencadenar una disminución de la libido y del deseo sexual, tampoco puede decirse que todos los hombres que sufran este problema han de ver necesariamente afectada su vida íntima. Puede que algunos mantengan intacto su deseo sexual, mientras otros presentan falta de libido aunque su testosterona no se haya visto disminuida. La bajada de la testosterona es, por lo tanto, un elemento más dentro de la gama de condicionantes que pueden hacer que el hombre pierda su interés por el sexo. Otras serían, por ejemplo, la depresión, el abuso de sustancias como el alcohol o las drogas, así como enfermedades crónicas. Se ha tendido a asociar la bajada de la testosterona con patologías relacionadas con el desempeño sexual como la disfunción eréctil. Sin embargo, hoy en día se considera un factor de poca relevancia en este caso. Poco son los pacientes con impotencia como consecuencia de la falta de dicha hormona. Sea como fuere, el tratamiento de esta afección pasa por la administración de dosis extra de testosterona que permitan recuperar los niveles iniciales de la misma y compensen su descenso. Ya sea en forma de inyección, en gel o en parches, ello servirá para recuperar el deseo sexual perdido y volver a disfrutar de una calidad de vida óptima.
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